Destiempos

No le perdonaron el error. Con una vida de azucena, no le perdonaron. Fue en los tiempos de cacerías de brujas, en que empalaban monjas Ella no comulgaba todos los domingos, pero rezaba por la mañana y por la noche. Y miraba a Jesucristo en sumisión plena. Hasta que se enamoró del padre Claudio. Tan bueno, tan misericordioso. En el confesionario, se lo reveló. Y quién sabe qué oídos acusaron para que, al otro día, se la llevaran a una celda oscura. Hoy la sacaron. (Hace un año murió el padre Claudio).


Empezó sus estudios de antropología en la convicción que así conocería más al hombre. A medida que los cursos avanzaban, más se le oscurecía el camino. Y de pronto, de un día para otro, dejó de ver. Dejó de ver el mundo físico, pero se le aclaró el otro. Comenzó a distinguir con claridad, pese al doble desprendimiento de retina, que todos los hombres son iguales a un solo hombre. Y se repiten al infinito.


Eugenia María de Montijo de Guzmán, condesa de Teba, emperatriz de los franceses, hija segunda del conde Montijo, grande de España, casó en 1853 con Napoleón III. Fue prudente y sabia durante la regencia, por ausencia de su esposo. Ya anciana, repiensa su vida. Piensa en prisiones perpetuas, en la guerra de Crimea, en el imperio, en México, en la derrota de Sadowa, en la guerra a Prusia, en la destitución, en Chislehurst..Piensa en el hijo. Y en esa historia de Julio César que no sirvió para nada. Deja estar su cansancio. Todo ha pesado demasiado para un solo esqueleto.


Los escribas han terminado su tarea. Ahora, todo figura en la Historia y sólo hay que buscar a los protagonistas y hacerlos hablar. Pero cierto personaje se rehúye a que lo encasillen. Nostradamus se desconoce. El conde Drácula aduce que han trastocado los tiempos. Rasputín, el profeta de la casa rusa, niega todos los cargos. El mal no se subsume por el bien. Entonces, los escribas vuelven y, sin borrar nada, incorporan el beneficio de la duda. (Cagliostro sonríe)


En el reloj son las once la noche. En su reloj biológico, todavía no ha amanecido. Comprende y agradece: tiene doce horas más de vida.


Sueño maravilloso el de William Blake, que de artista y poeta, de místico y sacerdote, pudo construir su creíble universo. Lo conocí ya anciano hacia 1825, en la Londres de sus discípulos. ¿Discípulos? No he tenido uno solo. Ni siquiera seguidores. Me han robado, sí, muchas de mis ideas, de mis vínculos con el más allá, de mis altares de trascendentalismo. Lo miro. Me mira. ¡Y Usted, usted es uno de esos que intentaron crucificarme en vida! ¡William Blake hay uno solo! ¡Los otros, al infierno!

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Biobibliografía

Poeta, ensayista, crítico de arte, Jorge M. Taverna Irigoyen nació en Santa Fe. Ha publicado una decena de libros de poesía, crítica e historia del arte, mereciendo numerosos premios por su labor. Publicó sus narraciones breves bajo el título Historias verosímiles en la revista Letras de Buenos Aires y en el suplemento cultural de El Litoral de Santa Fe. Fue Director Provincial de Cultura, director y fundador del Centro Trandisciplinario de Investigaciones de Estética de Santa Fe y presidente de la Asociación Santafesina de Escritores. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte y Presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes.

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