Inocencias y culpas

Es la que sale todas las tardes a alimentar gatos sin dueño. Deja canastitas de plástico en veredas y muros. Y al otro día las recoge, para el rito vespertino. Le dicen la gatera, pero ella no escucha sino los largos maullidos de sus protegidos. Una noche, asiste a la parafernalia de decenas de gatos muertos, retorcidos. Los han rociado con ácido. Ella no llora ni grita. Huye a su casa, deja la puerta abierta y reitera la acción sobre su cuerpo.


No tengo culpas que expiar, dice el sentenciado. Rehúsa la venda sobre los ojos y avanza. A mitad de camino, lo invaden mariposas. De todos los colores. Siente que es una señal, y que la vida continuará después de él. Y sonríe.


El anticristo apareció por la aldea a fines del siglo XXII. Desprendía a su paso un extraño olor (que no era a azufre) y sus pies descalzos estaban tan limpios como si recién los hubiera lavado. Los jóvenes y los ancianos lo rehuían; pero los niños comenzaron a acercarse y a seguirlo. Una mañana, el anticristo apareció tirado en la plaza. Inmóvil. Sobre su cabeza, alguien había disparado una metralla de rosas rojas.


¿Has estado antes aquí? No es tan oscuro como parece. Las luciérnagas te irán iluminando los primeros tramos; después, la vista se acostumbra. Bajaremos trescientos metros, y los verás. Están quietos, como esperándonos. La mayoría sentados. Y hay uno de ellos que pareciera estar hablando. Son los mineros chilenos que no pudieron rescatar. Pero que hoy tenemos el privilegio de verlos. Los turistas.


Sale de la hipnosis con la certeza que ha bajado a otro mundo. Se toca el cuerpo, pero no lo siente como propio. Articula la palabra agua pero no sabe qué quiere decir. Todos lo miran con extrañeza: esta vez el hipnotizador recibió sus propios influjos.


La inocencia es un manto para que las culpas no tengan frío, se consuela Rosalía, que acaba de matar a su marido con un abrecartas-


Otros 365 días de la vida del autor, sellan estos microrrelatos, estas historias mínimas. Por rara circunstancia, el autor las ha vivido una a una. Y nadie podrá entender jamás cuánto le han dolido los dolores de sus protagonistas y cuánta paz (o alegría o asombro) le han merecido sus chanzas, sus equívocos. El autor sabe de sobra que todo es ficción, pero aún así lo asisten las dudas y los resabios. ¿Qué decir si se encuentra a la vuelta de una esquina con alguno de ellos? ¿Cómo consolar a algún desgraciado y qué argumentos esgrimir respecto a por qué les escribió tal destino, si se lo reclaman?
El autor es consciente de su compromiso. O de su responsabilidad, como usted sugiera. Pero aún así se resiste. Uno a uno les ha dado vida. Buriló sus azares como mejor se lo dictó su imaginación. Si se equivocó o fue duro con alguno de ellos, no es culpable. Sólo lo ha asistido siempre la necesidad de compartirlos, de hacerlos entrar al mundo de los otros.

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Acerca del autor

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Biobibliografía

Poeta, ensayista, crítico de arte, Jorge M. Taverna Irigoyen nació en Santa Fe. Ha publicado una decena de libros de poesía, crítica e historia del arte, mereciendo numerosos premios por su labor. Publicó sus narraciones breves bajo el título Historias verosímiles en la revista Letras de Buenos Aires y en el suplemento cultural de El Litoral de Santa Fe. Fue Director Provincial de Cultura, director y fundador del Centro Trandisciplinario de Investigaciones de Estética de Santa Fe y presidente de la Asociación Santafesina de Escritores. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte y Presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes.

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