Se trata de explicaciones

Sé que estamos en la época de las nuevas biologías de laboratorio. Todo se puede inventar, todo se puede reproducir. Y mis veintitrés años de estar entre probetas y jeringas me pesan tanto pero tanto, que ya ni interés tengo en los resultados. El profesor entra y me pregunta si el cultivo marcha. Le respondo que hace días que sólo miro las páginas de Playboy. Le veo la cara de espanto, después su risa. Yo, abro el segundo cajón del escritorio y le muestro mi colección de preservativos de color.


Ahora no entienden más nada. Tratan de explicarse a sí mismos el asunto del divorcio, pero no les cierra. Ella está liberada, porque aceptó su condición sexual. Y el también: es simpático el chico con el que anda. Pero no les cierra que ventilen sus asuntos en los Tribunales. Y que el Juez halle todo obvio. Ambos piensan que su realidad les pertenece y no es tan sencilla. Pero nadie les da explicaciones.


No me preguntéis por qué he dejado de ir a misa. No les voy a decir que el cura no me gusta (en verdad, me gusta y mucho) Lo que ocurre es que el ómnibus me deja lejos, ahora, y el conductor no está nada mal. Aunque en verdad, voy a lo de mi cuñado, el viudo, que últimamente me mira con intenciones. Yo no sé si me he liberado de convencionalismos, pero últimamente todo se me da con los hombres.


Nadie se explica por qué el minotauro rehúye entrar al laberinto. La puerta está abierta y él bien conoce por dónde se sale. Pero no mueve una sola pata para entrar. (Dentro, las hespérides juegan con las manzanas de oro. Y dicen, por ahí, que una de las ninfas se ha enamorado…).


Mi hermana pide explicaciones. No sabe por qué los novios terminan pretendiéndola a Mamá. Yo tampoco sé por qué ninguno de ellos termina cumpliendo sus intenciones.


Proust está resfriado, como de costumbre, y las inhalaciones de vapor no le hacen nada, como de costumbre. Ha rechazado las magdalenas, que tanto le gustan. Y el té ha quedado frío en la taza de porcelana de Sévres. Tira la manta de cibelina al suelo y queda su cuerpo helado. El tiempo suspendido se pregunta qué le pasa a Marcel. Y no hay explicaciones…


En el zoológico han sacado todas las rejas. Leones y panteras caminan entre garzas y monos. No hay un solo aullido ni un solo vuelo que descoloque el escenario. Prudencio Pérez observa con detenimiento y se pregunta qué sucedería si los hombres también quitaran sus rejas. Nadie le responde. Nadie le sabe dar explicaciones…-


Puede explicar el teorema de Tales de Mileto, pero no la angustia que le sube al pecho y le corta la respiración. Ocurre esto no cuando llegan los acreedores, sino cuando se van. Entonces, se le abre un hueco profundísimo en las entrañas, que no sabe cómo llenar. Se lo ha preguntado a dos pitonisas, pero ambas le respondieron lo mismo: no es de su saber…


No necesita explicación esta manera de aceptar la realidad transfigurada. Lo que ocurre pudo no haber ocurrido. Así, la muerte es una trasposición de la vida. Levanta alto al niño y lo deja caer. No hay mullido almohadón debajo. No hay arena…

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Biobibliografía

Poeta, ensayista, crítico de arte, Jorge M. Taverna Irigoyen nació en Santa Fe. Ha publicado una decena de libros de poesía, crítica e historia del arte, mereciendo numerosos premios por su labor. Publicó sus narraciones breves bajo el título Historias verosímiles en la revista Letras de Buenos Aires y en el suplemento cultural de El Litoral de Santa Fe. Fue Director Provincial de Cultura, director y fundador del Centro Trandisciplinario de Investigaciones de Estética de Santa Fe y presidente de la Asociación Santafesina de Escritores. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte y Presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes.

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