Se reúnen todas las tardes a fumar habanos, leer el último diario y comentar algo de la Corona. Nada los perturba. Nada inmuta su distinción y su natural condición de caballeros. Todo lo piden por favor y no ordenan sino lo que esté dentro del horario de las convenciones. Hoy, lord Winter entra airado al salón y pide por lord Haptington. El hombre se levanta y pregunta quién lo reclama. El otro lo abofetea tres veces y le manifiesta: Soy el amante de su mujer, y Ud. me repugna.
Una vez por mes los maestros chocolateros se reúnen en Estrasburgo, frente al edificio del Ayuntamiento. Vienen de todas las regiones, no para hablar de recetas. Hablan de las ventas, claro, sin arriesgar el proponer la degustación en determinada fábrica. Cada uno en su secreto. Lo que ocurre es que los números son falsos: a nadie les bajan las ventas. Cierto día resuelven reunirse una vez al año, lejos de Europa. ¡Todo el cacao viene ahora de América!
El templo masón se cierra, con todos los muebles dentro. No queda ni el guardián de años. Antes fue una sinagoga. A poco, una gran pala mecánica arranca los cimientos y en semanas la comunidad budú se reúne dentro de una enorme caja prefabricada… (Dios está en todas partes).
Los que se reúnen en la sociedad Vrill tienen un carácter común. A más de ser alemanes y belgas, creen que la primera criatura engendrada fue aria. Su certeza no admite discusión alguna. Ludmila, la sierva, los mira con lástima: su sangre judía le dice que la verdad es otra, por más sociedades secretas que engendren a una criatura como el Führer.
El martes llegó el Führer a la sociedad secreta, con dos oficiales. La saludó con fría cortesía y Ludmila le sonrió. En las sillas estaban sentados siete maniquíes de trapo, como para hacer número. El miró en círculo y salió rápido. Ludmila los volvió a guardar.
En la logia Lautaro están todos los que cabalgaron para la historia. Lo dice la Historia por boca (o pluma) de los historiadores. Pero a ella le incomoda que el abuelo figure y un buen día –después de conocer al gran maestre de la masonería- pide una audiencia especial y le entrega la renuncia de su puño, por aquél caballero que desde hace noventa años reposa con laureles en el cementerio de la Recoleta.
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Acerca del autor

Biobibliografía
Poeta, ensayista, crítico de arte, Jorge M. Taverna Irigoyen nació en Santa Fe. Ha publicado una decena de libros de poesía, crítica e historia del arte, mereciendo numerosos premios por su labor. Publicó sus narraciones breves bajo el título Historias verosímiles en la revista Letras de Buenos Aires y en el suplemento cultural de El Litoral de Santa Fe. Fue Director Provincial de Cultura, director y fundador del Centro Trandisciplinario de Investigaciones de Estética de Santa Fe y presidente de la Asociación Santafesina de Escritores. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte y Presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes.
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